martes, 23 de agosto de 2022

Día del Lector: 24 de agosto

 

Además de reconocer la obra y trayectoria de Borges, en este día también se celebra la práctica de la lectura. La ley tiene el objetivo de “promover la lectura y la democracia a través de la realización en dicha fecha de actos de divulgación de las letras y de reconocimiento a la obra y trayectoria de la máxima figura de la literatura nacional”.

Jorge Francisco Isidoro Luis Borges nació el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires, y murió el 14 de junio de 1986 en Ginebra, Suiza, habiendo dejado un importantísimo legado por sus innumerables cuentos, ensayos, poemas y hasta guiones de cine. También se desempeñó como profesor, traductor y bibliotecario.


Su trayectoria lo convirtió en un referente no solamente de la literatura argentina, sino de la habla hispana y universal. Aunque hoy destacan “El Aleph” y “Ficciones” como sus obras de mayor renombre, todos sus escritos han alcanzado grandes niveles de popularidad.

Su labor está marcada por los conceptos de la posmodernidad, la memoria, la eternidad y la metaficción, estrechamente vinculados a la literatura filosófica. Además, los expertos aseguran que su trabajo fue el que impuso y dio origen al realismo mágico en la literatura hispanoamericana del siglo XX.

Pasó sus últimos días viajando por el mundo al lado de su esposa, la escritora María Kodama, y falleció a los 86 años sin haber tenido hijos.

                         Jorge Luis Borges cumpliría 123 años. 






viernes, 19 de agosto de 2022

Éxodo 23 de agosto de 1812. El general Belgrano fue el último en partir a las doce de la noche de aquel día destinado a pasar a la historia.

 El 26 de marzo de 1812 Manuel Belgrano pudo hacerse cargo del ejército del Norte, si se podía llamar ejército a ese grupo de hombres desarrapados, desarmados y mal alimentados. El panorama era desolador: de los 1500 soldados sobrevivientes, casi 500 estaban heridos o enfermos. Había 600 fusiles y 25 balas para cada uno. Le escribía al secretario y hombre fuerte del Primer Triunvirato, Bernardino Rivadavia: “Siempre me toca la desgracia de que me busquen cuando en enfermo ha sido atendido por todos los médicos y lo han abandonado. ¿Se puede hacer la guerra sin gente, sin armas, sin municiones, si pólvora siquiera? Usted me ha ofrecido atender a este ejército: es preciso hacerlo y con la celeridad del rayo, no por mi, pues al fin mi crédito es e poco momento, sino por la patria.”  Pero ni Rivadavia ni el gobierno centralista que representaba se conmovieron y el general tuvo que arreglárselas como podía, y pudo reorganizar aquellas tropas, recomponer la relajada disciplina y, gracias a la colaboración de la población, proveerlo de lo indispensable como para lanzarse al ataque.

Belgrano tenía un concepto que lamentablemente fue olvidado por muchos generales argentinos del siglo XX: “La subordinación del soldado a su jefe se afianza cuando empieza por la cabeza y no por los pies, es decir cuando los jefes son los primeros en dar ejemplo; para establecerla basta que el General sea subordinado del gobierno, pues así lo serán los jefes sucesivos en orden de mando. Feliz el ejército en donde el soldado no vea cosa que desdiga la honradez y las obligaciones en todos los que mandan.”

Las tropas que comandaba Belgrano, como todas las de nuestras guerras de independencia, pasaban meses y años sin cobrar sus sueldos, estaban mal vestidas y sufrían todo tipo de necesidades. A Belgrano se le ocurrió repartir terrenos a cada regimiento para su cultivo, todos los cuerpos tuvieron una huerta abundante de hortalizas y legumbres, y de este modo, todos llenaron su necesidad y entretenían su equipo, porque los frutos que sobraban se vendían en beneficio de todos los soldados que los habían cultivado.

La imagen de un Belgrano flojo, no se corresponde en absoluto con la realidad. Aplicaba la disciplina militar con todo rigor, incluso con el obispo de Salta, a quien le ordenó salir de esa capital en el plazo de 24 horas, al interceptar una correspondencia con el jefe enemigo Goyeneche.

Ante la inminencia del avance de un poderoso ejército español desde el Norte al mando de Pío Tristán, Belgrano emitió estando en Salta un Bando fechado el 29 de julio de 1812, disponiendo la retirada general ante el avance de los enemigos. La orden de Belgrano era contundente: había que dejarle a los godos la tierra arrasada, ni casas, ni alimentos, ni animales de transporte, ni objetos de hierro, ni efectos mercantiles. Sabía que las tropas realistas llegarían a Jujuy muertas de hambre y de sed con la ilusión de abastecerse y se proponía no dejarles nada. Para eso contaba con el apoyo incondicional de todo un pueblo que lo venía dando todo por la causa revolucionaria. Los más pobres eran los que compartían lo poco que tenía con las tropas patriotas. Pero Belgrano desconfiaba profundamente de las oligarquías locales a los que llamaba “los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud”. Tenía datos precisos de que ya estaban en contacto con la avanzada española para hacer negocios con las probables nuevas autoridades de las que habían recibido la garantía de respetar sus propiedades. Belgrano no les dejó alternativa o quemaban todo y se plegaban al éxodo o los fusilaba.

Belgrano lanzó su arenga: Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, os he hablado con verdad… Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al ejército a mi mando, si como aseguráis queréis ser libres”.

Todo aquel pueblo, hombres mujeres, ancianos y niños, partieron a las cinco de la tarde de aquel 23 de agosto de 1812. El general Belgrano fue el último en partir a las doce de la noche de aquel día destinado a pasar a la historia. Quería estar seguro que no quedaba nada ni nadie. Y quería también asegurar la retaguardia de todo aquel pueblo andante. En enemigo enfurecido le mordía los talones.

La gente llevaba todo lo que podía ser transportado en carretas, mulas y en caballos. Se cargaron muebles y enseres y se arreó el ganado en tropel.

Los viejos echaban una última, en no pocos casos en más de un sentido, a sus casas, en las que habían nacido cuando la colonia parecía el único sistema posible, cuando quedaban tan lejos los vientos libertarios que sonaban ahora, tan lejos de aquellos fuegos que ahora devoraron las cosechas y en las calles de la ciudad hacían arder los objetos que no podían ser transportados. Eran ellos, los ancianos, los encargados de contarles a los nietos que todo esto se hacía para ellos, para que vivieran otra vida, mejor que la de ellos, libre.

Los voluntarios de Díaz Vélez, que habían ido a Humahuaca a vigilar la entrada de Tristán y volvieron con la noticia de la inminente invasión, fueron los encargados de cuidar la retaguardia. El repliegue se hizo en tiempo récord ante la proximidad del enemigo. En cinco días se cubrieron 250 kilómetros y poco después la marea humana llegaba a Tucumán.  Al llegar allí el pueblo tucumano le solicitó formalmente que se quedara para enfrentar a los realistas. Por primera y única vez Belgrano desobedeció a las autoridades, que querían obligarlo a retirarse sin pelear, y el 24 de septiembre de 1812, con el invalorable apoyo del pueblo tucumano obtuvo el importantísimo triunfo de Tucumán. Animados por la victoria, Belgrano y su gente persiguió a los realistas hasta Salta derrotándolos el 20 de febrero de 1813.

Belgrano, sabia que la cosa no terminaría ahí, que el enemigo se retiraba para volver a atacar y decidió insistir a las autoridades de Buenos Aires sobre la urgente necesidad de equipar al ejército y pagar los sueldos atrasados. No se cansaba de mandar partes en los que describía el estado de sus soldados, los que le ponían el pecho a las balas en la última avanzada contra los godos: “La desnudez no tiene límites: hay hombres que llevan sus fornituras sobre sus carnes, y para gloria de la Nación hemos visto desnudarse de un triste poncho a algunos que los cubría para resguardar sus armas del agua y sufrirla con el mayor gusto”. Por supuesto que los gobernantes porteños que se repartían los beneficios del monopolio del puerto y de la Aduana, ni se dignaban a contestarle. Hasta que a Belgrano le subió la temperatura más de lo previsto y les mandó este parte que los denunciaba magistralmente: “Digan lo que quieran los hombres sentados en sofás, o sillas muy bonitas que disfrutan de comodidades, mientras los pobres diablos andamos en trabajos: a merced de los humos de la mesa cortan, tasan, destruyen a los enemigos con la misma facilidad que empinan una copa (…) Si no se puede socorrer al Ejército, si no se puede pagar lo que este consume mejor es despedirlo.”

Por aquellos triunfos de Salta y Tucumán la Asamblea del Año XIII decidió premiar a Belgrano con 40.000 pesos oro (un millón y medio de dólares de hoy). El general no lo dudó un instante y escribió: “He creído propio de mi honor y de los deseos por la prosperidad de mi patria, destinar los cuarenta mil pesos que me fueran otorgados como premio por los triunfos de Salta y Tucumán, para la dotación de escuelas públicas de primeras letras.» Lo que Belgrano no sabía era que la última de aquellas escuelas, se terminaría de construir en el año 2006. Es hora de que se haga justicia y se recuerde como se debe a aquel hombre extraordinario que dijo alguna vez: “Mucho me falta para ser un verdadero padre de la Patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella.”

Fuente: www.elhistoriador.com.ar


Ver: "Éxodo jujeño - Canal Encuentro" 









miércoles, 10 de agosto de 2022

José de San Martín – Cronología

 

Cronología (1778 – 1850)

Autor: Felipe Pigna







1778El 25 de febrero nace José Francisco de San Martín en Yapeyú, el menor de cinco hermanos del matrimonio de Don Juan de San Martín y Gregoria Matorras.
1780El cacique José Gabriel Condorcanqui, bajo el nombre de Túpac Amaru encabeza una rebelión en el Alto Perú contra los abusos del poder español.
1781Don Juan de San Martín regresa con su familia a Buenos Aires.
1783La familia San Martín se traslada a España.
1784La familia San Martín llega a Cádiz. Al poco tiempo se radican en Málaga.
1789José de San Martín se incorpora como cadete al Regimiento de Infantería de Murcia, en España.
El 14 de julio estalla la Revolución Francesa que pondrá fin a siglos de absolutismo monárquico en Francia. Se pone fin a los privilegios de la nobleza y el clero que no pagaban impuestos y ocupaban los principales cargos en el gobierno. La Revolución se transforma en un ejemplo a imitar para los partidarios de la libertad y la justicia.
1791Participa por primera vez en un combate, en Orán Norte de África.
Rebelión de los esclavos de Haití.
1793Tras un intento de fuga, el rey Luis XVI es ejecutado en la guillotina.
1796Muere su padre en Málaga. Caen los jacobinos y su líder, Robespierre, es ejecutado en la guillotina. La Revolución Francesa se torna más moderada. Comienzan las campañas y el ascenso de Napoleón Bonaparte. Alianza entre el reino de España y la República Francesa contra Gran Bretaña.
1797Nace en Buenos Aires Remedios de Escalada, futura esposa de San Martín.
John Adams es electo como el segundo presidente de los EEUU.
1804Napoleón es coronado Emperador.
San Martín se destaca por su valentía y coraje en Cádiz.
1806Primera invasión inglesa al Río de la Plata al mando de William Carr Beresford.
San Martín participa en numerosos combates en Portugal y Andalucía
1807Segunda invasión inglesa al mando de John Whitelocke. Tras la derrota de los ingleses es destituido el virrey Sobremonte y reemplazado por Santiago de Liniers, el primero y único virrey elegido por el pueblo por su notable actuación en la defensa de Buenos Aires. Napoleón invade Portugal y la corte portuguesa se traslada a Brasil.
1808Napoleón invade España y obliga a abdicar al rey Carlos IV y a su hijo Fernando VII a favor de su hermano, José Bonaparte. El pueblo español se organiza para resistir la invasión francesa. San Martín participa activamente de la lucha. Se incorpora al Regimiento de Caballería de Borbón y es nombrado Teniente Coronel.
1809En Buenos Aires un grupo de españoles encabezados por Martín Álzaga intenta derrocar a Liniers acusándolo, por su origen francés, de ser un agente de Napoleón. Liniers derrota la sublevación pero pocos meses después es reemplazado por un nuevo virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros.
En el Alto Perú el pueblo se rebela contra el poder español en las ciudades de Chuquisaca y La Paz.
1810San Martín se entera de que en su patria se ha producido la Revolución de Mayo y que hay un nuevo gobierno que se propone cambios profundos y decide volver a su patria.
En diciembre, tras la renuncia de Moreno, se forma la Junta Grande, que incorpora diputados del interior.
1811Vicente López y Planes y Blas Parera crean el Himno Nacional Argentino.
Muere en alta mar Mariano Moreno.
San Martín solicita y obtiene el retiro del ejército español. Parte hacia Londres y desde allí se embarca hacia Buenos Aires. Cae la Junta Grande y se constituye el Primer Triunvirato integrado por Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea. Su secretario es Bernardino Rivadavia.
1812San Martín llega a Buenos Aires junto a otros 17 militares americanos que habían militado en el ejército español. El 16 de marzo el Triunvirato le concede el grado de Teniente Coronel de Caballería. Crea el Regimiento de Granaderos a Caballo.
Funda junto a Carlos María de Alvear la Logia Lautaro, una organización secreta que se proponía luchar por la libertad de América. Contrae matrimonio con Remedios de Escalada. Participa en el derrocamiento del Primer Triunvirato por considerarlo impopular y centralista. Esto lo enfrentará de por vida con Rivadavia.
1813El 3 de febrero se produce la victoria de San Lorenzo, bautismo de fuego de los granaderos.
El 3 de diciembre se lo nombra Jefe del Ejército del Norte en reemplazo del General Belgrano derrotado en Vilcapugio y Ayohuma.
Se reúne en Buenos Aires la Asamblea General Constituyente para dictar una constitución y declarar la Independencia. Estos objetivos no se logran pero la Asamblea logra aprobar los símbolos patrios, abolir los títulos de nobleza, el trabajo forzado de los indios, la destrucción de los instrumentos de tortura y la libertad de los esclavos nacidos a partir de ese año.
El 28 de marzo fallece en España su madre, Gregoria Matorras.
1814Tras la derrota de Napoleón, Fernando VII vuelve al trono español y se propone recuperar las colonias americanas.
San martín se reúne con Belgrano en la Posta de Yatasto (Salta) y se hace cargo del Ejército del Norte. Concentra las tropas en Tucumán y encarga la defensa de la frontera Norte a Martín Miguel de Güemes a quien nombra Teniente Coronel. En mayo se deteriora su salud y se retira a Córdoba en compañía de su amigo Tomás Guido a recuperarse y preparar su plan continental: liberar a Chile y de allí embarcarse hacia el Perú y terminar con el poder realista en Lima (Perú).
En Buenos Aires, la Asamblea, dirigida por Alvear crea un poder ejecutivo unipersonal: el Directorio y es designado como primer director Gervasio Posadas, tío de Alvear, que nombra a San Martín como gobernador de Cuyo.
1815Alvear, nombrado Director Supremo, ofrece a Inglaterra el protectorado sobre la Provincias Unidas del Río de la Plata. Todo el país se opone y se sublevan los ejércitos contra el Director que debe renunciar. San Martín rompe con Alvear y la Logia se divide entre los partidarios de uno y otro.
Napoleón es derrotado definitivamente en la batalla de Waterloo.
1816San Martín gobierna Cuyo fomentando la educación, la industria y la agricultura. Crea un sistema impositivo equitativo para que pagaran más los que más tenían.
El 24 de marzo se reúne el Congreso en Tucumán. San Martín, preocupado por la demora en sancionar la independencia dirige una carta al diputado por Cuyo, Godoy Cruz. El 9 de julio, finalmente, el Congreso declara la Independencia.
San Martín se entrevista en Córdoba con Juan Martín de Pueyrredón, nuevo Director Supremo, para solicitarle su apoyo para su plan continental. Es nombrado General en Jefe del Ejército de los Andes.
El 24 de agosto nace en Mendoza Mercedes Tomasa de San Martín y Escalada. El Ejército de los Andes se instala en el campamento militar del Plumerillo.
1817El 18 de enero el Ejército de los Andes inicia el cruce de la cordillera.
El 12 de febrero San Martín y su ejército, ya en Chile, derrotan a los realistas en Chacabuco. Dos días después San Martín entra en Santiago.
El 18 de marzo parte hacia Buenos Aires en busca de ayuda para proseguir su campaña.
1818El 12 de febrero se proclama en Santiago la Independencia de Chile. La derrota sufrida en Cancha Rayada es superada ampliamente por el triunfo de Maipú el 5 de abril que consolida la independencia chilena.
1819San Martín desobedece la orden del Directorio de abandonar su campaña libertadora para reprimir a los federales del Litoral.
1820El 1º de febrero las tropas federales de Estanislao López y Francisco Ramírez derrotan en Cepeda a las fuerzas del Directorio. Desaparece la autoridad nacional y cada provincia se maneja por su cuenta.
San Martín renuncia a su cargo de jefe del Ejército de los Andes, pero es confirmado por sus propios compañeros con la firma del Acta de Rancagua. Es designado general en jefe de la Expedición al Perú.
El 20 de agosto zarpa la flota libertadora hacia Lima. El 12 de septiembre San Martín desembarca en el puerto peruano de Pisco.
1821El 12 de julio entra con sus tropas en Lima y proclama la Independencia del Perú.
Es designado Protector del Perú.
El 28 de agosto suprime la esclavitud y la mita y crea la Biblioteca del Perú.
En Buenos Aires gobierna Martín Rodríguez con Rivadavia como Ministro de Gobierno.
1822Bolívar incorpora Ecuador a la Gran Colombia.
El 26 y 27 de julio se entrevistan los dos libertadores en Guayaquil. San Martín deja a Bolívar la conducción de la guerra y vuelve a Lima. Renuncia a todos los cargos y se dirige a Chile. Los EE.UU. reconocen la independencia argentina.
1823Deja Chile y se traslada a Mendoza instalándose en su chacra de Los Barriales. El gobierno porteño, a través de Rivadavia, le niega el permiso para trasladarse a Buenos Aires y encontrarse con su familia.
El 3 de agosto muere su esposa, Remedios de Escalada, a los 25 años.
El 4 de diciembre San Martín llega a Buenos Aires.
1824El 10 de febrero se embarca rumbo a Europa junto a su hija Mercedes.
El 23 de abril llega a Francia donde le niegan la visa. Deberá seguir viaje rumbo a Inglaterra.
El 9 de diciembre el General Sucre gana la última y definitiva batalla por la independencia americana: Ayacucho.
En Buenos Aires se reúne un nuevo Congreso Nacional bajo la influencia de Rivadavia.
1825Escribe las máximas para su hija que por entonces estudiaba en Londres.
1826El Congreso reunido en Buenos Aires nombró a Rivadavia presidente de las Provincias Unidas y dicta una Constitución Unitaria, Aristocrática y Centralista que desata la oposición de todo el interior.
1827Fracasa la experiencia unitaria de Rivadavia y es designado el federal Manuel Dorrego como gobernador de Buenos Aires.
1828El general Lavalle da un golpe de estado contra Dorrego y lo fusila a mediados de diciembre.
1829El 6 de febrero llega San Martín a Buenos Aires y al enterarse del fusilamiento de Dorrego decide no desembarcar y se instala por tres meses en Montevideo.
El 8 de diciembre Rosas es designado gobernador de Buenos Aires.
1830San Martín y su hija se instalan en Francia. El 17 de diciembre muere en Santa Marta (Colombia) el libertador Simón Bolívar. En casi toda Europa estallan revoluciones liberales contra el absolutismo monárquico.
1832El 13 de diciembre su hija Mercedes se casa con el médico de la familia, Mariano Balcarce.
1838Francia bloquea el puerto de Buenos Aires. El 5 de agosto, en una carta, San Martín le ofrece a Rosas sus servicios militares. Rosas le agradece el gesto y le pide que haga gestiones diplomáticas.
1839Rosas nombra a San Martín ministro plenipotenciario de la Confederación Argentina ante la República del Perú.
1843Juan Bautista Alberdi visita en Francia San Martín e intercambian ideas sobre la realidad argentina.
1845Bloqueo anglo-francés al puerto de Buenos Aires. San Martín lo condena y vuelve a ofrecer sus servicios.
1846San Martín le escribe a Rosas felicitándolo por el coraje demostrado por sus tropas en el combate de la Vuelta de Obligado contra las tropas anglo-francesas.
1848Estalla en Francia el intento revolucionario de la Comuna de París contra la miseria y las malas condiciones de vida de los obreros. San Martín se traslada a Boulogne-Sur-Mer.
1850El 17 de agosto muere en su casa a las 15 horas. En su testamento establece la donación de su sable a Juan Manuel de Rosas.
1880El presidente Nicolás Avellaneda logra el traslado de sus restos a la Catedral de Buenos Aires.



Ver "San Martín (1778-1850) - Canal Encuentro" 































martes, 28 de junio de 2022

Efemérides 9 de julio de 1816



El 9 de julio de 1816, tras seis años de idas y venidas, se declaró la independencia “del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”. Diez días más tarde, el 19 de julio, el diputado por Buenos Aires Pedro Medrano hizo aprobar un agregado a la fórmula de juramento que decía: “y de toda otra dominación extranjera”. Es que el rumor de que se tramaba la entrega del país a la corona portuguesa o a los ingleses se había extendido hasta Tucumán.

De hecho, el emisario norteamericano escribía a su gobierno: “El gobierno de estas provincias es demasiado sumiso a Gran Bretaña para merecer el reconocimiento de los Estados Unidos como potencia independiente”.

El artículo seleccionado en esta oportunidad apareció el domingo 9 de julio de 1972 en La Opinión cultural. En él, Juan Carlos Grosso se refiere a los intereses británicos y a la sutil diplomacia inglesa con relación al movimiento independentista rioplatense.

Los intereses británicos y la independencia del Río de la Plata

Fuente: Juan Carlos Grosso, La Opinión cultural, domingo 9 de julio de 1972.

ocos días después que el Congreso de Tucumán de 1816 declaró solemnemente la ruptura de “los violentos vínculos” que unían las “Provincias del Sud América” a la Corona española, los comerciantes ingleses residentes en Buenos Aires decidieron reconocer de hecho la independencia del Río de la Plata nombrando un representante ante el nuevo Estado americano. Seis años atrás los barcos de guerra británicos que se hallaban estacionados en el Río de la Plata habían saludado entusiastamente, con una salva de cañonazos, la destitución del virrey y el establecimiento del gobierno revolucionario. Ambos hechos pusieron de manifiesto el no oculto interés de los sectores mercantiles y políticos de Gran Bretaña por el proceso emancipador de América.

Desde los últimos decenios del siglo XVIII el gobierno británico había demostrado gran preocupación por los asuntos políticos de la América Hispana, deseoso de romper las barreras legales que el orden colonial había impuesto al comercio británico. Los círculos mercantiles y financieros de Londres y Liverpool presionaron constantemente sobre el Office para que llevara adelante una política tendiente a abrir los mercados americanos a la producción manufacturera de Inglaterra y Gales.

Las posibilidades abiertas por el contrabando y, posteriormente, por las reformas liberales de los Borbones pronto se mostraron insuficientes ante la constante expansión industrial de Gran Bretaña. Por otra parte, la emancipación de sus colonias americanas y las conquistas europeas de Napoleón habían reducido considerablemente la capacidad consumidora de sus mercados tradicionales.

Las invasiones inglesas habían demostrado los graves inconvenientes de una acción militar sobre los dominios españoles de América. Pero al mismo tiempo, la aventura de Popham permitió comprobar el alto valor económico del Río de la Plata: los comerciantes que siguieron el camino abierto por las tropas inglesas vendieron en 1806 y 1807, mientras duró la ocupación de Buenos Aires y Montevideo, artículos por valor de un millón de libras.

La experiencia del fracaso militar de la expedición al Río de la Plata fue rápidamente asimilada por el gobierno británico. “Estoy convencido –afirmó el duque de Wellington en 1806- de que cualquier intento por conquistar las provincias de Sud América con vistas a su futuro sometimiento a la corona británica seguramente fracasaría y por lo tanto considero que el único modo de que ellas puedan ser arrancadas a la corona de España es por una revolución y por el establecimiento de un gobierno independiente dentro de ellas”. Un año atrás el ministro Castlereagh había desarrollado una posición similar en su Memorándum para el gabinete relativo a Sud América. Luego de señalar las inconveniencias de una ocupación militar, Castlereagh aconsejó “la creación y el apoyo de un gobierno local amigo, con el que puedan subsistir esas relaciones comerciales que es nuestro único interés”.

Ambos políticos ingleses delinearon el principio fundamental que habría de regir la política americana del Foreign Office: fomentar el cambio revolucionario en América, aprovechando el interés de algunos sectores nativos por emanciparse de la tutela española. Inglaterra sólo intervendría como auxiliar y protectora a cambio de beneficios para su comercio ultramarino. Quedaban así desarrollados los principales postulados teóricos del “neocolonialismo”: la dominación sobre América no tendría que basarse necesariamente en la conquista territorial. La expansión comercial y financiera del capitalismo británico lograría cumplir el mismo fin.

Para consolidar su dominio económico, los intereses británicos encontraron un poderoso aliado interno en los sectores de las clases dominantes cuya producción se orientaba hacia el mercado exterior. En el Río de la Plata la unión del capitalismo inglés con la oligarquía terrateniente y los sectores de la alta burguesía vinculados al comercio de importación y exportación, ha sido una constante que se mantuvo casi invariable en la historia de la “dependencia económica” de nuestro país desde los primeros días en que éste asumió el ejercicio formal de su soberanía política.

Si se acepta que la política del Office tendió a estimular los movimientos americanos que se propusieran modificar el orden político y económico impuesto por España en sus colonias, cabe preguntarse por qué Gran Bretaña demoró el reconocimiento de la independencia del Río de la Plata hasta fines de 1824. Para responder a este interrogante es necesario tener en cuenta la situación política de Europa en las dos primeras décadas del siglo XIX.

La guerra contra la Francia napoleónica y los conflictos políticos que se suscitaron en Europa luego de la Restauración, obligaron a Gran Bretaña a desarrollar una política ambigua con respecto a los asuntos americanos. Aliada a España en la lucha contra Napoleón luego que el pueblo español se sublevara contra José Bonaparte, Gran Bretaña no podía respaldar abiertamente la rebelión de los súbditos  de Fernando VII. Más aún: en los primeros años del proceso revolucionario propició más de una vez la reconciliación de la metrópoli con sus colonias sublevadas.

En 1811 el Office formuló los principios sobre los que debía basarse esa política conciliatoria, para la cual Inglaterra se ofrecía como mediadora: las colonias debían compartir el gobierno del Reino de España a través de las Cortes; se otorgaría una amnistía general a favor de los insurgentes americanos; se les aseguraría una debida gravitación en la administración colonial y, desde luego, el libre comercio, con una razonable situación preferencial, para los productos españoles, que no competían ciertamente con las manufacturas británicas. Aclaremos que esta política no contradecía necesariamente los principios formulados por Castlereagh en 1807; más bien constituía una adecuación de los mismos a la realidad del momento: garantizado el libre comercio, los gobiernos “autónomos” –y no independientes- de América caerían indefectiblemente dentro de la órbita económica de Gran Bretaña.

El plan fue rechazado reiteradamente por las Cortes españolas y por Fernando VII después de su restauración. Sin embargo, a lo largo de la década de 1810, Gran Bretaña hizo girar su política americana sobre este proyecto de mediación. La necesidad de conservar la paz y el concierto europeo, le impidieron momentáneamente alejarse del principio del “legitimismo”, por el cual no podía reconocer los gobiernos surgidos de movimientos revolucionarios. Empero, el gobierno inglés continuó estimulando y protegiendo la expansión mercantil de sus súbditos hacia América y advirtió reiteradamente a España que no permitiría ninguna interrupción de su comercio con América del Sur.

La intransigencia de España y el absolutismo de Fernando VII, quien había restaurado el viejo monopolio comercial en sus dominios americanos, obligaron al Office a abandonar paulatinamente la aparente neutralidad de su política americana: ahora más que nunca el capitalismo británico deseaba conservar su control sobre los mercados americanos. A partir de 1814 Castlereagh concentró sus esfuerzos diplomáticos en la Santa Alianza para impedir que las potencias europeas extendieran su brazo armado contra los insurrectos de América. Su política obtuvo un importante triunfo en los tratados celebrados por la Santa Alianza en 1814 y 1815: al mismo tiempo que logró excluir a la Alianza de los asuntos trasatlánticos obtuvo un tácito reconocimiento del derecho que se atribuía Gran Bretaña para actuar libremente y de acuerdo a sus intereses en América latina. Paralelamente puso en conocimiento del gobierno español que su país no sólo no le prestaría ayuda militar para reconquistar sus dominios sino que también impediría que otras potencias lo hicieran. Cuando Belgrano, al regreso de su misión diplomática, informó al Congreso “sobre el estado actual de Europa”, pudo afirmar que el poder de España “era demasiado débil e impotente”, existiendo “poca probabilidad de que el gabinete inglés la auxiliase para subyugarnos”. De este modo, Belgrano –e indirectamente la diplomacia británica- contribuyeron a disipar la incertidumbre de algunos diputados que consideraban prematura la declaración de la Independencia.

En 1818, en el Congreso de Aquisgrán, Castlereagh logró derrotar el intento de Fernando VII de introducir a España en la Alianza. Con respecto a los asuntos americanos, cuyo tratamiento no pudo evitar, obtuvo un nuevo éxito al lograr que el Congreso aceptara los términos del antiguo proyecto de mediación británica, dejando a España en una situación totalmente adversa. Sin embargo, se redujo su libertad de acción al quedar tácticamente comprometida a no emprender nuevas negociaciones sin previa consulta y asentimiento de las restantes potencias. Fue Francia quien liberó a Gran Bretaña de este compromiso al entrar en secretas negociaciones con los representantes del Río de la Plata, mediante la conocida misión diplomática de Valentín Gómez. Castlereagh supo aprovechar este procedente francés para independizarse de la política de la Alianza y orientarse hacia el reconocimiento de la independencia americana. A Canning le correspondió concretar este hecho.

En los primeros años de la década de 1820 se había acentuado la presión de los círculos comerciales y financieros de Londres y Liverpool para que Gran Bretaña reconociera la independencia del Río de la Plata. En Buenos Aires los comerciantes ingleses dominaban el sistema de comercialización interno y externo… (…) La política orientada por Rivadavia ofrecía amplias perspectivas a los inversores británicos. En 1822 se habían inaugurado la Bolsa de Comercio1 y el Banco de la Provincia, cuyos principales accionistas se reclutaron entre los comerciantes ingleses, tres de los cuales formaban parte del directorio de la institución. En 1824 las exportaciones británicas al Río de la Plata alcanzaron un monto superior al millón de libras; en ese mismo año se firmó en Londres el famoso empréstito Baring Brothers. La euforia de los comerciantes ingleses en Buenos Aires se había extendido a Londres, donde numerosos inversionistas se mostraron interesados en los títulos del gobierno porteño y en las compañías creadas para explotar los yacimientos mineros del Río de la Plata.

El reconocimiento de la independencia americana por parte del gobierno norteamericano en 1822 y la nueva política de Francia, en busca de un acercamiento con las antiguas colonias españolas, contribuyeron a acelerar el reconocimiento británico: “Cada día estoy más convencido –afirmaba Canning en 1822- de que, en el presente estado del mundo, de la península española y de nuestro país, las cosas y asuntos de la América Meridional valen infinitamente más para nosotros que los de Europa, y que si ahora no aprovechamos, corremos el riesgo de perder una ocasión que pudiera no repetirse”.

En 1823 Canning obtuvo de Francia la declaración de que no emplearía su fuerza militar en contra de las colonias españolas. Ese mismo año envió representantes a Colombia, México y Buenos Aires para ultimar las negociaciones que culminarían en el reconocimiento de la independencia. El método empleado fue el de la celebración de tratados comerciales con los estados americanos que les asegurara a los súbditos británicos la libertad de comercio.

El 31 de diciembre de 1824 el Office comunicó a sus representantes en Europa que Gran Bretaña había reconocido la independencia de Buenos Aires, México y Colombia. Dos meses después*2 se firmaba el “Tratado de Amistad, Comercio y Navegación” entre el gobierno de Buenos Aires y el plenipotenciario británico, Woodbine Parish.

En una carta fechada en 1824 y dirigida al embajador francés en París, Canning se encargó de aclarar el significado de la independencia de los estados americanos que Gran Bretaña había reconocido: “La cosa está hecha, el clavo está puesto, Hispanoamérica es libre; y si nosotros no desgobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa”.

Referencias:
1 La Bolsa Mercantil se creó a instancias de Bernardino Rivadavia en 1821.
2 El tratado se firmó un mes después, el 2 de febrero de 1825.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar


Ver "9 de Julio. Día de la Independencia - Canal Encuentro" 


Ver "200 historias destacadas: Acta de la Independencia - Canal Encuentro" 



Ver "Zamba en la Declaración de la Independencia | 9 de Julio"






jueves, 16 de junio de 2022

17 de junio de 1821 paso a la inmortalidad del General Martín Miguel de Güemes

Martín Miguel de Güemes, el líder de la guerra gaucha que frenó el avance español con sus tácticas guerrilleras, nació en Salta el 8 de febrero de 1785. Estudió en el Real Colegio de San Carlos, de Buenos Aires. A los catorce años ingresó a la carrera militar y participó en la defensa de Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas como edecán de Santiago de Liniers. Más tarde, se incorporó al ejército patriota destinado al Alto Perú y formó parte de las tropas victoriosas en Suipacha. Luego regresó a Buenos Aires y colaboró en el sitio de Montevideo.

En 1815 fue electo gobernador de su provincia y se puso al frente de la resistencia a los realistas, organizando al pueblo de Salta y militarizando la provincia. San Martín le confió la custodia de la frontera Norte, una defensa que no abandonará hasta su prematura muerte, ocurrida el 17 de junio de 1821, en medio de una nueva invasión realista.

A continuación reproducimos un fragmento de la biografía de Güemes, de Miguel Ángel de Marco, sobre la defensa que llevó a cabo el líder salteño ante la invasión comandada por el Mariscal de la Serna, integrada por veteranos vencedores de Napoleón, que fueron derrotados por Güemes y sus gauchos.


El 7 de junio de 1821 las fuerzas realistas que todavía combatían en el territorio entraron en la ciudad de Salta e hirieron de muerte a Martín Miguel de Güemes, quien con sus gauchos había defendido la frontera norte de múltiples invasiones españolas. San Martín destacó sus esfuerzos: «Los gauchos de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible que lo han obligado a desprenderse de una división con el solo objeto de extraer mulas y ganado”. Güemes moriría diez días más tarde, el 17 de junio de 1821  en la Cañada de la Horqueta. Para recordarlo, hemos seleccionado un fragmento del libro Historia de la Confederación Argentina, Rozas y sus campañas, de Adolfo Saldías, donde relata los últimos momentos del gaucho Güemes.


Ver "Vida de Martín Miguel de Güemes" 






Ver "El inicio de la carrera militar de Martín Miguel de Güemes"




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